sábado, 5 de diciembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 99 AÑO 2008


La Navidad es comparable a un regalo, un magnífico obsequio. Dios es quien lo hace, y los beneficiados somos nosotros, cada una de las personas del planeta. La analogía se basa en uno de los versos más conocidos y citados de la Biblia, Juan 3:16: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». La sencillez de esas palabras y el que la salvación no dependa de nuestros méritos y esfuerzos, sino de una fe llana, infantil, es algo capaz de desconcertar a cualquiera. Es precisamente esa sencillez y la accesibilidad de Dios y del Cielo lo más representativo de la Navidad. Dios amó y Dios dio. Todo el nacimiento de Jesús fue un canto a la sencillez. Un viaje en burro, un humilde pesebre, un astro guía, un abigarrado grupo de pastores… Es fácil perder de vista esa llaneza, ese candor, en la complejidad de la vida moderna. Enfrascados en tanto consumismo y tantos afanes, solemos olvidarnos de las cosas simples y del sencillo significado de la Navidad: que Dios nos obsequió a Su Hijo y que la fiesta es para celebrar el cumpleaños de Jesús. Imagínate cómo te sentirías en tu cumpleaños si todos festejaran e intercambiaran regalos, y tú te quedaras inadvertido en un rincón. Esta Navidad acordémonos de dar gracias a Dios por el incomparable regalo que le hizo al mundo: Jesús. Y demos a Jesús los obsequios que más le agradan, no sólo en Navidad, sino cada vez que se nos presente la ocasión. Si te cuesta imaginarte qué podría querer o necesitar Él, los artículos de las próximas páginas te darán algunas ideas. Procuremos acordarnos de ello. Dios verá nuestros esfuerzos y nos sonreirá. ¡Feliz Navidad de parte de la redacción de Conéctate!

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