domingo, 6 de diciembre de 2009

Nuevos mundos que descubrir


La vida entraña toda suerte de relaciones. De hecho, la vida consiste mayormente en relacionarse con los demás. Las relaciones, cuando se edifican sobre una base sólida y toman buenos derroteros, proporcionan experiencias maravillosas y gratificantes. Cada nueva relación trae aparejada toda una serie de nuevos retos y sorpresas. Y como es natural, no hay relación más interesante, que ponga más a prueba nuestra capacidad de amar y que brinde más sorpresas, que la relación de pareja. Cuando uno abre su vida a esa persona querida es como si traspusiera una puerta que conduce a todo un universo desconocido. Uno empieza a descubrir el mundo a través de los ojos de la otra persona, siente sus emociones y lo observa desde su perspectiva. A partir de ese momento debe tomar en cuenta sus sentimientos, opiniones y preferencias. Uno averigua por qué actúa de determinada manera y qué la mueve interiormente. Uno aprende a anteponer las necesidades del otro a las propias, y simultáneamente se descubren facetas de uno mismo que hasta el momento eran desconocidas. La comunicación franca y abierta es un elemento clave para las buenas relaciones. Ambas partes deben expresar con sinceridad sus sentimientos, sus necesidades, sus gustos, sus aversiones, y contarse sus deseos, sus esperanzas y anhelos, sus metas, sus sueños. La comunicación contribuye a evitar malentendidos y resuelve de entrada muchos problemas. A veces hace falta práctica para abrirse y sincerarse con otra persona y a la vez ser prudente y considerado. Hay que saber qué decir, cómo y cuándo decirlo, y si amerita hacerlo siquiera. Para que el vínculo de amor prospere, es preciso basarlo en ese estilo de comunicación y perseverar en ella a lo largo de los años. Es natural que después de un tiempo los casados consideren que ya se conocen de sobra el uno al otro y que por ende no es necesario comunicarse tanto. Es más, algunas parejas dejan de hacerlo totalmente. La verdad, sin embargo, dista mucho de esa presunción. Es imposible que dos personas se conozcan tanto que puedan darse el lujo de no comunicarse sin que eso las afecte, pues los seres humanos cambian. Todos tenemos necesidades diferentes y pensamos un poco distinto hoy que ayer, o la semana pasada, o el año pasado. De ahí que si los cónyuges dejan de expresar lo que piensan y lo que sienten por considerar que ya lo tienen todo resuelto, perderán el pulso de los cambios que ambos experimentan. En esas circunstancias, cada uno comienza a sospechar que el otro no lo comprende, y puede que sea cierto. Tal vez lo comprendía la semana pasada, o el mes pasado, o el año pasado, pero no va a comprenderlo hoy a menos que se comuniquen. Una mejora en la comunicación puede convertir una existencia fría y monótona en una relación cálida, abierta, amorosa y amena. Independientemente de lo nueva o antigua que sea una relación, siempre hay algo nuevo que descubrir.

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