
El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite a toda hora. Así como en este instante el aire está poblado de ondas radiales invisibles al ojo, también el Espíritu de Dios siempre está presente, esperando que hagas contacto con Él. De manera muy similar a una simple radio a transistores, has sido diseñado por tu Creador para recibir determinadas señales. La potencia de Dios siempre está activa. El mensaje siempre está presente. Pero a fin de captarlo debes encenderte y entrar en Su frecuencia. En comparación con la extraordinaria potencia y la complejidad operativa de la estación emisora, tú —que haces las veces de operador o receptor— no necesitas mucha energía y apenas un mínimo de capacidad. La oración es la mano de la fe que gira el interruptor y pone en marcha el poquito de energía que tú tienes. Luego la mano de la esperanza busca con afán la frecuencia de la emisión de Dios, y de súbito Su gigantesca emisora irrumpe atronadoramente con un volumen y un poder tremendos. El mensaje surge entonces con limpidez y claridad. Si te concentras y esperas con fe y paciencia, sin distraerte, tarde o temprano recibirás los mensajes más potentes y electrizantes que hayas imaginado, los cuales te activarán. Lo que recibimos del Señor nos infunde fe y ganas de alabarlo, nos comunica alegría, esperanza y amor. Las ondas que Él transmite son todas buenas. Nos renuevan por completo, nos aclaran la visión, nos inspiran, nos dan fuerzas, serenidad, paz y contentamiento. Bailarás al ritmo de Su música; te moverás en armonía con Sus señales, Sus instrucciones, y tendrás la certeza de que estás cumpliendo con Su voluntad, con el propósito para el cual fuistes creado.
-->
-->
No hay comentarios:
Publicar un comentario