martes, 10 de noviembre de 2009

Respuestas a tus interrogantes


Mi pareja y yo normalmente nos llevamos muy bien, pero a veces uno de los dos se siente decepcionado cuando el otro no reacciona conforme a sus expectativas. ¿Cómo podemos evitar esas situaciones que generan tensión en nuestra relación? No eres la primera persona que se encuentra en esa situación. En Mi bella dama (My Fair Lady), versión musicalizada de la comedia Pigmalión de George Bernard Shaw, el profesor Henry Higgins plantea la pregunta: «¿Por qué no puede la mujer parecerse más al hombre?» Eso más o menos resume el sentir de ambos sexos. Los hombres consideran que las mujeres debieran reaccionar como lo hacen ellos; y las mujeres desean que los hombres piensen y respondan como ellas. Naturalmente que eso no ocurrirá nunca; pero como siempre, el Señor tiene una solución. Lo primero que hay que entender es que Dios hizo al hombre y a la mujer tal como son, y con muy buenos motivos. Un mundo compuesto únicamente por hombres o exclusivamente por mujeres sería aburrido y desequilibrado. Además, estaría condenado a la extinción. Las diferencias entre los sexos hacen de nosotros personas más cabales. No nos cuesta mucho entender a los de nuestro mismo sexo. En cambio, para relacionarnos con los del sexo opuesto nos vemos obligados a esforzarnos en materia de humildad, amor y paciencia, por nombrar unas pocas virtudes. Así pues, las particularidades de cada sexo no son intrínsecamente malas. Lo siguiente es empeñarse en tender un puente sobre esas diferencias en vez de permitir que descarrilen la relación. Por ejemplo, si son recién casados, uno de los dos puede ofenderse porque el amor de su vida aún necesite tiempo para estar con sus amigos o amigas. O tal vez te irrite que tu cónyuge experimente altibajos emocionales que tú no sufres. Sin embargo, una vez que comprendas esas cosas, estarás en mejores condiciones de dar a tu pareja su espacio y no resentirte. Detallamos enseguida algunas de las diferencias entre los sexos. Si bien se trata de generalizaciones que naturalmente no se aplican a cada caso, invitan a la reflexión: * En términos generales, los hombres son más prácticos; las mujeres, en cambio, más emocionales. * El hombre espera que le tengan confianza y respeto y que lo acepten como es; la mujer desea que le dirijan palabras de amor y ternura. * A los hombres les gusta ir al grano; a las mujeres, en cambio, les gusta debatir las cosas desde todos los ángulos. * El hombre necesita más tiempo a solas; la mujer tiene necesidad de expresar sus sentimientos a los demás. * A los hombres les gustan los obsequios que tienen usos prácticos; las mujeres prefieren los regalos románticos y sentimentales que las hagan sentirse amadas. * Al hombre le gusta tomar decisiones basadas en las circunstancias y los aspectos prácticos; la mujer tiende a considerar más las repercusiones emocionales. * Con frecuencia los hombres prefieren esperar para resolver los conflictos matrimoniales, a fin de abordarlos con mayor objetividad; las mujeres se inclinan más por hablar abiertamente de las cosas y recobrar la estabilidad enseguida. Lógicamente, no todos los hombres ni todas las mujeres encajan dentro de este perfil. Dios ha hecho a cada uno distinto y único. De ahí que el que muchos hombres y mujeres respondan a ciertos patrones no significa que quienes no se ajustan a ellos sean anormales. Cada cual es como es. La idea no es meter a la pareja en un molde o inducir a los cónyuges a prejuzgarse el uno al otro. Se trata de que ambos tengan una noción de cuál pudiera ser la mentalidad de su media naranja, a fin de que sean más tolerantes y comprensivos cuando surjan diferencias. Ante todo recordemos que el amor, la humildad y la oración resuelven todos los problemas.

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