sábado, 21 de noviembre de 2009

Lo saludable y lo censurable


Hoy en día, cuando surge el tema de los valores personales y sociales, suele darse en el contexto de qué tipo de películas, música, lecturas, videojuegos y sitios de Internet son beneficiosos y aceptables y cuáles no. No son pocos los casos en que el tema genera bastantes desacuerdos entre personas de distintas generaciones y hasta de la misma generación. Y no es para menos, puesto que todas esas cosas son sumamente subjetivas. Algo que tiene un efecto patentemente negativo en cierta persona puede no tenerlo en otra. Por ejemplo, algunas personas sostienen que una película no las afecta negativamente aunque esté plagada de violencia, escenas de sangre y lenguaje soez. Les gustan esas películas, y no les parece que les hagan daño. Consideran que no les pasa nada si las ven.
«Esta película, música, libro o lo que sea, ¿presenta alguna información o valores morales que me ayudarán a desempeñarme mejor como persona?» Aunque no se den cuenta o no quieran admitirlo, la participación frecuente en formas de entretenimiento que promueven o aprueban actitudes y comportamientos malsanos sí tiene un efecto nocivo en su espíritu, y a la larga eso se ve reflejado en sus actitudes y conducta. Sería preferible que lo encararan desde el lado opuesto y en lugar de preguntarse si algo les resulta perjudicial, más bien se preguntaran si les resulta beneficioso. Naturalmente, lo más inteligente que podemos hacer cuando no estamos seguros de si algo es saludable es buscar en la Palabra de Dios, la Biblia, y cotejarlo todo con el patrón que ella nos ofrece. La palabra que se usa en la mayoría de la versiones castellanas de la Biblia para referirse al beneficio del que hablo es edificar, que en su acepción moral significa «infundir sentimientos de piedad y virtud». La Biblia deja claro que debemos procurar aquello que es edificante y evitar lo que no lo es. De modo que la pregunta que hay que hacerse es: «Esta película, música, libro o lo que sea, ¿presenta alguna información o valores morales que me ayudarán a desempeñarme mejor como persona? ¿Promueve valores o actitudes que considero veraces y dignos de crédito, o ataca mis creencias y valores?» Desde luego hoy en día la mayoría de las películas contienen algo de violencia, palabras groseras y otros elementos negativos. Así y todo, existen diferencias entre unas y otras en cuanto a su grado de contenido negativo. Lo mismo vale para diversos estilos de música, textos de lectura, juegos informáticos y otras modalidades de entretenimiento. La Biblia nos dice: «Salid de en medio de ellos [los elementos malsanos de este mundo], y apartaos» (2 Corintios 6:17). «Todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo» (1 Juan 2:16). En nuestra era de alta tecnología en la que los medios de difusión desempeñan un papel tan importante resulta imposible filtrar todo lo que atente contra los principios divinos o que pudiera tener un efecto nocivo en nosotros. No obstante, si somos conscientes de los peligros, podemos reducir los malos efectos minimizando el contacto. Lógicamente, nos cuesta mucho minimizar algo que nos gusta, aunque sepamos que en el fondo no es más que una pérdida de tiempo. De ahí que surja la pregunta: En mi caso, ¿qué sería minimizar el contacto? Quizá podamos aclararlo con este ejemplo: Si alguien te dijera que minimizaras el tiempo que pasas realizando una tarea o actividad que te desagrada, ¿con qué frecuencia la harías? Lo más probable es que no muy seguido; tal vez nunca. Pues eso es minimizar el contacto. Habiendo establecido, pues, que minimizar la práctica de un acto desagradable significa no hacerlo casi nunca, habría que aplicar el mismo criterio a toda influencia que sea contraria a los preceptos divinos. Si no estás muy seguro de qué normas fijarte en cuanto a películas, lecturas, juegos y otras influencias mundanas, ya sea en general o en situaciones concretas, pídele al Señor que te lo indique. Él sabe qué es lo mejor para tu espíritu y lo que te va a hacer más feliz a la larga. Tal vez conviene que debatas también el asunto con familiares o amigos cuyos valores morales respetes, y que tomes sus opiniones y su ejemplo como referencia para fijarte tus propios límites. En última instancia es cuestión de convicción personal: ¿Hasta qué punto estás convencido de que algo es nocivo para tu espíritu? ¿Cuánto te empeñas en evitarlo a fin de permanecer en la senda derecha y angosta que conduce a las grandes bendiciones de Dios? Él te guiará si estás dispuesto a seguir Sus pautas.

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