domingo, 29 de noviembre de 2009

La escalada del Nuevo Año


Aun los mejores montañistas necesitan un guía cuando se aventuran por montañas que no conocen. Es más, solo un novato imprudente prescinde de guía, un novato como yo.Hace años, estando de vacaciones en los Alpes suizos, un amigo y yo decidimos subir a un cerro cercano. Para cuando partimos ya era más de media tarde. No habíamos avanzado mucho cuando nos topamos con un rústico pastor que descendía con su rebaño después de haberlo tenido todo el día pastando en las zonas altas. «En la montaña oscurece temprano y de golpe —nos advirtió—. Esperen a mañana y consíganse un guía». Pero al día siguiente ya sería tarde. Estaríamos en un tren rumbo a casa y nos habríamos perdido una oportunidad única. Impetuosamente seguimos adelante. En efecto, al poco rato había oscurecido casi totalmente. Como estaba nublado, ni siquiera nos llegaba la luz de la luna ni de las estrellas. A duras penas distinguíamos el sendero rocoso por el que caminábamos. Más allá la visibilidad era nula. Un paso en falso y nos iríamos rodando por la ladera. Íbamos a tener que pasar la noche en el cerro.Habíamos llevado un solo saco de dormir, así que decidimos tenerlo un rato cada uno.Para colmo, se desató un aguacero. Aparte de tener frío, nos calamos hasta los huesos. El saco de dormir quedó empapado. Por suerte, logramos refugiarnos debajo de una saliente rocosa. Finalmente, después de aquella dura experiencia, amaneció, dejó de llover y pudimos realizar el descenso.En el camino volvimos a toparnos con el pastor con el que habíamos conversado la tarde anterior. Nos saludó con la cabeza y, al advertir nuestro penoso estado, se quedó mirándonos con gesto burlesco, aunque a la vez aliviado. De haber bajado más la temperatura podríamos haber muerto de hipotermia.Embarcarse en el año nuevo puede compararse con escalar un cerro: aunque requiere mucho esfuerzo y entraña peligros, el premio es para quienes aceptan el reto con decisión y no abandonan hasta coronar la cima.Lo malo es que a veces nos confiamos demasiado y nos convencemos de que podemos hacerlo solos. Los más prudentes, en cambio, se dan cuenta de que necesitan un guía, y naturalmente no hay mejor guía que Jesús, a quien la Biblia denomina el «Príncipe de los pastores» (1 Pedro 5:4). Él sabe dónde se hallan los verdes pastos y qué peligros nos acechan. Si permanecemos estrechamente unidos a Él, nos ayudará a cumplir las metas del año entrante, a alcanzar la cima y disfrutar del triunfo. Curtis Peter Van Gorder es misionero de la Familia Internacional en el Oriente Medio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario