viernes, 27 de noviembre de 2009

Cuando no sabes qué hacer


Las decisiones perfectas se dan con muy escasa frecuencia, pues la vida es compleja. No obstante, siempre es posible tomar decisiones atinadas. Y aunque no siempre tengan un desenlace de cuento de hadas, logran el mejor resultado que permiten las circunstancias. Las personas que toman decisiones eficaces no suelen basarse exclusivamente en impulsos ni en la intuición, ni siquiera en la experiencia; emplean alguna metodología. A continuación damos cuenta de una de ellas:
Define el problema. Buena parte de la solución radica en identificar claramente el problema que se tiene entre manos. Conviene recurrir a los clásicos parámetros del periodista y responder al quién, qué, cuándo, por qué y cómo, aunque no necesariamente en ese orden. ¿Por qué es necesaria la decisión? ¿Cuál es el objetivo? ¿Cómo podría una decisión acertada mejorar la situación? ¿A quién va a afectar? ¿Cuándo es preciso tomarla?
Adopta un enfoque positivo. Esfuérzate por ver la situación como una oportunidad y no como una contrariedad.
Enumera tus opciones. Cuantas más opciones consideres, menos probable es que pases por alto la mejor solución.
Explora a fondo tus opciones. Un buen sondeo y escrutinio conduce a decisiones más acertadas. Además redunda en una mayor paz interior durante la ejecución de las mismas.
Obra con objetividad. Cuando ya se tiene una opinión sobre el asunto, existe la tendencia natural a buscar pruebas que confirmen esa opinión. Eso da resultado en caso de que tengas la razón; pero, ¿y si no? Considera de buen grado otras alternativas y puntos de vista divergentes. Ten presente que el objetivo no es demostrar que tienes razón, sino tomar la mejor decisión.
Sopesa tus opciones. Apunta y sopesa los pro y los contra de cada opción. Procura determinar los mejores y los peores resultados posibles de cada opción. Trata de ver si hay forma de combinar varias soluciones prometedoras para lograr una realmente eficaz.
Sé consecuente con tus principios. ¿Alguna de las alternativas compromete tus valores? En caso afirmativo, elimínala de la lista.
Toma una decisión. Una vez que estés convencido de haber dado con la mejor opción, adopta resueltamente esa línea de acción.
Mantente flexible y dispuesto a cambiar de rumbo si varían las circunstancias. Una vez que tomas una decisión y comienzas a concretarla, puede que se presente una mejor opción. Entra entonces en juego lo que se ha denominado «el efecto timón». Mientras una nave no está en movimiento, el timón no hace ningún efecto; en cambio, una vez que la nave empieza a surcar las aguas, el timón permite maniobrarla con mucha libertad.
Consulta a Jesús. Por último —aunque no por ello, menos importante—, ruega al Señor que te guíe a cada paso del proceso. Las respuestas a todos tus interrogantes y dilemas son sencillas para Jesús. Mucha razón tenía quien dijo: «Puede que no conozca todas las soluciones, pero conozco al que lo soluciona todo». Jesús tiene la salida para toda situación adversa. ¡Él es la solución!

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