domingo, 22 de noviembre de 2009

Como bailar el limbo


Dicen que el sentido del humor puede componerle a uno el día y contribuir a aliviar tensiones en momentos difíciles. Considero que Dios tiene un gran sentido del humor. Al fin y al cabo, nos creó a nosotros, con lo cómicos que somos. Hace unos años, mi esposo, Andy, y yo estábamos pasando por una época muy estresante. En aquel momento teníamos tres niños pequeños y esperábamos la llegada del cuarto en pocas semanas. Para colmo, teníamos que entregar la casa que arrendábamos. Una tras otra, las alternativas de vivienda que teníamos se fueron derrumbando. Me sentía como la Virgen María en Nochebuena, cuando les dijeron a ella y a José que no había espacio para ellos en la posada. Cada día que pasaba las cosas iban de mal en peor y nuestra situación se volvía más acuciante. Trataba de no perder la fe y mantener una actitud positiva, pero no podía evitar caer en el abatimiento. ¿Qué pasaba? Habíamos orado muchísimo. ¿Hasta qué punto podía empeorar aquella situación? Entonces tuve una revelación de lo más extraña. Sabía que Dios se proponía aplicar Su sentido del humor a una situación que vista desde cualquier otro ángulo era grave. Escuché que Jesús me decía en auténtico estilo y ritmo de limbo: «¿Hasta dónde te puedes bajar? ¿Hasta dónde te puedes bajar?» En caso de que no estés familiarizado con el limbo, se trata de un baile caribeño. Es algo así como un salto de altura, pero al revés. Los bailarines forman una fila, se inclinan hacia atrás doblando las rodillas y, dando pasitos rítmicos, pasan bailando por debajo de una pértiga que se va bajando cada vez que la han cruzado todos los participantes. Éstos van quedando eliminados si tiran la barra de los soportes o pierden el equilibrio y se caen al cruzar por debajo. El bailarín que logra pasar por debajo de la barra más baja es el ganador. Me reí al pensar en la barra del limbo e imaginarme que la estaban bajando un punto más. Recobré el ánimo para afrontar mis problemas. Era todo un reto. «¿Hasta dónde te puedes bajar?» Sin ninguna connotación negativa. No había ningún elemento de desesperación, sólo emoción. Los avatares de la vida no tienen por objeto desmoronarnos. Son retos que contribuyen a nuestro desarrollo, que nos llevan a estirar los músculos y nos hacen más flexibles para que podamos bailar el limbo como profesionales. Sonreí. Alcé la cabeza y me dije: «Puedo hacerlo. Puedo bajar un poco más. Todavía no me caigo, todavía no estoy eliminada». Cada vez que nos topábamos con noticias descorazonadoras y la situación empeoraba un poco más, le sonreía a Andy y le decía: «¿Hasta dónde te puedes bajar?» Al final terminó por volverse nuestro chiste privado, y nos ayudaba a espantar el miedo y la tensión. En realidad yo hacía trampa. Sabía que Jesús —que tuvo el sentido del humor de darme aquella revelación— me sostenía la espalda con Su mano para que no me cayera. Él lo tenía todo controlado. Lo único que yo tenía que hacer era seguir jugando. Para entonces me sentía bastante orgullosa de haber aprendido a bailar el limbo tan profesionalmente, y la situación ya no se veía tan apremiante. Seguro que ya te imaginas que al final ganamos. De premio Jesús nos dio justo lo que necesitábamos: una casa preciosa y además muy a tiempo.

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