sábado, 31 de octubre de 2009

Momentos de quietud


Dios nos dice: «Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios», y: «En quietud y en confianza será vuestra fortaleza» (Salmo 46:10; Isaías 30:15). Vale decir que Jesús era consecuente con lo que enseña la Biblia. Varias veces en los Evangelios dice que se levantó de madrugada, antes que despertaran Sus discípulos, a fin de pasar un tiempo a solas con Su Padre y recibir de Él la orientación para el día que tenía por delante. En otras ocasiones dejó atrás las multitudes y a Sus discípulos y se fue a orar a un lugar apartado. Si el propio Jesús tenía que dedicar tiempo a la oración y a la meditación, cuánto más nosotros. Todos necesitamos pasar momentos de quietud con el Señor, ratos en que hacemos a un lado nuestra ajetreada actividad diaria para darnos un respiro, mental y espiritualmente, encomendarle nuestros problemas a Él en oración, recobrar fuerzas a través de Su Palabra y refrescarnos en dulce comunión con Él. Es más, el cumplimiento de muchas de Sus promesas dependen precisamente de eso. «Venid a Mí [...], y Yo os haré descansar» (Mateo 11:28); «Clama a Mí, y Yo [...] te enseñaré cosas grandes y ocultas» (Jeremías 33:3); «Si permanecéis en Mí, [todo lo que pidáis] os será hecho» (Juan 15:7). Si a diario pasas 10 ó 15 minutos de quietud con el Señor —si pueden ser más, mejor—, verás que tus días transcurrirán con menos afanes y trajín. No tiene por qué ser en un lugar y en una hora fijos. No se trata de un ritual. Simplemente deja lo que estés haciendo y piensa en el Señor. Encomiéndale lo que albergas en tu corazón, y escucharás Su silbo apacible. Te dará instrucciones sobre cosas prácticas, y las fuerzas y el ánimo necesarios para hacer frente a la jornada. «Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán» (Isaías 40:31).

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