lunes, 7 de febrero de 2011

Cómo escapar de la vorágine


Te tengo un acertijo. Dime algo que ahora mismo puede suponer un pequeño esfuerzo, pero a la larga te ahorrará mucho trabajo. Te daré unas pistas. Se menciona repetidamente en la Biblia, y nadie que haya logrado grandes cosas para Dios ha prescindido de ello. Aunque se trata de un concepto capaz de transformar nuestra vida, es difícil de entender porque se opone a nuestra forma natural de pensar.La respuesta es reposar en Jesús. En otras palabras, parar lo que estamos haciendo y tomarnos un rato tranquilo para conectarnos con Él espiritualmente, lo cual tiene un efecto renovador y regenerador; y luego aprender a llevar con nosotros esa paz cuando retomamos nuestras actividades, para que las circunstancias no nos sometan a tanta tensión ni terminen agotándonos.Parece muy sencillo, pero no es tan fácil llevarlo a la práctica, sobre todo al principio. Una de las razones es que va a contrapelo de nuestra tendencia natural. Cuando hay mucho que hacer, lo que menos queremos es aminorar la marcha, dedicar tiempo a orar y leer la Palabra de Dios, y dejar que Él nos hable. Esas cosas no nos nacen ni nos parecen lógicas cuando tenemos que cumplir un plazo muy apretado o todo se mueve muy rápido.No obstante, repasando biografías de personas que hicieron grandes cosas por Jesús, uno se encuentra con muchas que se rigieron por este principio. Es más, según varios pasajes de los Evangelios, Jesús mismo necesitaba ratos así para descansar y reabastecerse espiritualmente. En cierto lugar dice que, habiéndose levantado antes del alba, se marchó a un sitio solitario para orar (Marcos 1:35); en otro cuenta que se pasó toda la noche rezando a Dios (Lucas 6:12); y en otro, que tenía por costumbre ir a rezar al monte de los Olivos (Lucas 22:39,41).La mayoría necesitamos un cambio de mentalidad en ese aspecto. Al fijarnos en todo lo que tenemos que hacer, en vez de sacar la conclusión de que más nos vale ponernos a trabajar enseguida, debemos pensar: «¡Estupendo! Jesús, esta es una buena oportunidad para que intervengas y me prestes la ayuda que nadie más que Tú puede darme».No aprenderemos a descansar en el Señor si no ponemos de nuestra parte y nos distanciamos de la pelea. Si uno ha estado muy ocupado, cuando llega el momento de que su espíritu necesita un descanso, normalmente se siente agobiado pensando en todo lo que todavía le queda por hacer. Pero si logramos formarnos el hábito de hacer una pausa en nuestro trabajo para encomendarle a Jesús todas nuestras preocupaciones y sacar de Él nuevas fuerzas e inspiración, no nos veremos tan atrapados en el círculo vicioso de exigirnos más de la cuenta y quedarnos cada vez más rezagados. Más bien crearemos un ciclo positivo en el que el Señor nos fortalecerá para realizar las tareas que tenemos entre manos, y de resultas de eso adquiriremos más fe para echar sobre Sus hombros nuestras cargas y confiar en que Él se ocupará de ellas.Todos queremos gozar de la paz, el contentamiento y el buen tino que nos da Jesús cuando pasamos ratos con Él. La prueba viene cuando volvemos al trabajo. En muchos casos dejamos atrás la esfera de la tranquilidad, la paz y las posibilidades infinitas, y no pensamos más que en hacer todo lo posible nosotros mismos. Así, en un abrir y cerrar de ojos, nos vemos otra vez inmersos en el frenesí de la vida moderna.Reposar en Jesús consiste en no tratar de llevar las cargas nosotros mismos. Significa echarlas constantemente sobre Sus hombros. Es hacer nuestra parte en oración para que Él lleve los pesos que nosotros no podemos levantar. Es valorar tanto los ratos que pasamos con Dios que no los posterguemos, y como consecuencia contemos con una mayor medida de Sus bendiciones y de Su Espíritu en todo lo que hagamos; todo por haberle entregado a Jesús nuestras cargas por medio de la oración en lugar de llevarlas nosotros mismos.Es fácil andar día a día como subidos a una de esas cintas de correr o trotadoras estáticas de los gimnasios. Quizá pensamos que no podemos dejar de correr para no quedarnos rezagados y, sin embargo, tenemos la sensación de que no avanzamos ni un milímetro. Antes de llegar a ese punto debemos tener la sensatez de bajarnos y pedirle a Jesús que nos ayude a andar a Su ritmo.Ese cambio puede marcar el inicio de un ciclo de fortaleza, alivio de las presiones y auténticos progresos. Si reposamos en Jesús, si pasamos ratos con Él, si traspasamos nuestras cargas a Sus hombros y dejamos que Él trabaje en espíritu, tendremos fuerzas y tiempo para todo lo demás que haya que hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario